Y se le acercó para hacerle fiestas y gestos agradables. Pero el niño, espantado, forcejeaba al acariciarlo la pobre mujer decrépita, llenando la casa con sus aullidos. Una vela chica, temblorosa en el horizonte, imitadora, en su pequeñez y aislamiento, de mi existencia irremediable, melodía monótona de la marejada, todo eso que piensa por mí, o yo por ello -ya que en la grandeza de la divagación el yo presto se pierde-; piensa, digo, pero musical y pintorescamente, sin argucias, sin silogismos, sin deducciones. Tales pensamientos, no obstante, ya salgan de mí, ya surjan de las cosas, presto cobran demasiada intensidad. La energía en el placer crea malestar y sufrimiento positivo. Y ahora la profundidad del cielo me consterna; me exaspera su limpidez. El estudio de la belleza es un duelo en que el artista da gritos de terror antes de caer vencido. El asno, sin ver al gracioso, siguió corriendo con celo hacia donde le llamaba el deber. Toma en ella el alma un baño de pereza aromado de pesar y de deseo.
Tres estrenos que no te puedes extraviar. Una película con una honda estatura profética. Llegaron de noche Esta binza de Imanol Uribe Días contados, Bwana… nos acerca a un terrible anécdota que, paradójicamente, dio el impulso absoluto a los acuerdos de paz que pusieron fin a la guerra confesional salvadoreña. También fueron asesinadas una madama del servicio y su hija de 15 años. El espinoso tema de la Teología de la liberación, tan importante en aquellos años, solo es apuntado discretamente en unas palabras que dirige el rector Ignacio Ellacuría a sus alumnos en clase. Una binza que, no viniendo de un realizador cristiano, sorprende por su ponderación y su valoración positiva de la Basílica.