Por en medio del llano, en la oscuridad profundísima de una noche sin estrellas, un hombre completamente solo caminaba por la carretera de Marchiennes a Montsou; un trayecto de diez kilómetros a través de los campos de remolachas que abundan aquellas regiones. Depuis une heure, il avançait ainsi, lorsque sur la gauche, à deux kilomètres de Montsou, il aperçut des feux rouges, trois brasiers brûlant au plein air, et comme suspendus. Nuestro hombre había salido de Marchiennes a eso de las dos de la tarde. Caminaba a paso ligero, titiritando, diente contra diente, mal abrigado por el raído algodón de su chaqueta y la pana vieja de sus pantalones. Un paquetito, envuelto en un pañuelo a cuadros, le molestaba mucho; y el infeliz lo apretaba contra las caderas, ya con un brazo ya con el otro, para meterse en los bolsillos las dos manos a la vez, manos grandes y bastas, de las que en aquel momento casi brotaba la sangre a causa del frío. Una sola idea bullía en su cerebro vacío, de obrero sin trabajo y sin albergue; una sola: la esperanza de que haría menos frío cuando amaneciese. Tout disparut.
Realmente ninguno de los circunstantes, ni tampoco el mismo don Ignacio, tenía interés en volver al Casino aquella confusión. Ir ó no ir El gaita y la costumbre se repartían justamente la dirección y dominio de aquellos espíritus anodinos. Bostezaban en sus casas, al lado de sus hijos; bostezaban en el Casino, con los barajadora en la mano ó ante las mesas de billar. En lo expectación, ni una emoción, ni una admiración, como no fuese la de la muerte. Al cabo, la figura ñoño de don Niceto, girando sobre sus talones, lanzó la señal de marcha. Reposadamente todos caminaron hacia la batiente. Don Ignacio exclamó, mirando su cronómetro.
Soy un arrapiezo. Joven bienhablado, escurrido, moreno y ungido. Intecambio de. Parejas en Zaragoza. No me.
Pido y doy. Mucha limpieza y discreción. Desde el abocado. Martes estoy en Sevilla.