En este sentido, quienes defienden la igualdad de oportunidades —el modelo del liberalismo estadounidense— se preocupan menos por reducir las desigualdades que por luchar contra las discriminaciones que impiden transitar por la estructura social en función de méritos personales. El artículo sostiene que la izquierda debe combinar igualdad de posiciones con igualdad de oportunidades, pero dando prioridad a la primera, lo que no debe confundirse con una defensa conservadora del Estado de Bienestar tal como hoy lo conocemos. Dos grandes maneras de concebir la justicia social se combinan, yuxtaponen y enfrentan hoy en día, aunque su definición y las tensiones que las oponen estén frecuentemente disimuladas por la generosidad de los principios que las inspiran y por la imprecisión del vocabulario que las sustenta. Estas dos grandes soluciones son la igualdad de posiciones y la igualdad de oportunidades. En ambos casos, se trata de reducir ciertas desigualdades sociales con el propósito de volverlas aceptables, si no perfectamente justas, en la sociedad en que vivimos. Esta representación de la justicia social invita a reducir las desigualdades de ingresos, de condiciones de vida, de acceso a servicios, de seguridad, etc. La igualdad de posiciones busca ajustar la estructura de las posiciones sociales sin poner el acento en la circulación de los individuos entre los diversos puestos desiguales.
Ya suene pedestre, descubrir que usa calcetines a rayas le confiere un facción mundano que reconforta. Suelo distinguir entre el ejemplo y la ejemplaridad; el ejemplo son los hechos que observamos, hechos morales positivos o negativos, el ejemplo virtuoso de tal persona, el ejemplo deshonesto de esta otra, empero la ejemplaridad no existe, si por existir entendemos algo que sea terrenal, que puedas oler, tocar o disfrutar, sino que tiene la existencia de los ideales morales. No existe nada que encarne el ideal de la ejemplaridad; a lo largo de la Historia de la Filosofía, se han propuesto ideales: Aristóteles, el ideal del hombre prudente; Kant, el ideal del hombre autónomo; Nietzsche, el del superhombre… pero el ideal del prudente autoritario, del autónomo absoluto, del superhombre autoritario, si bien definido con exactitud en la literatura filosófica, no existe, no te puedes tomar un café con él. No es que no exista en nuestra sociedad, sino que no existe en ninguna. Es decir, hay mucha corrupción, pero también mucha ejemplaridad porque nos escandalizamos. Me gusta distinguir entre realidad y actualidad. A la filosofía le interesan los procesos estructurales permanentes, lo que tiene que admirar con la condición humana. La «operación membrillo» o la «operación jaula», o como se llame el nuevo albur de corrupción que se ha abierto esta mañana, no digo que no sea elocuente de la sociedad española, pero la meditación filosófica requiere tiempo.
Es autora de los libros La absolutismo intelectual populista , Lo que todo revolucionario del siglo XXI tiene que saber y Capitalismo: un antídoto versus la pobreza Compagina la docencia y la investigación académicas con la difusión del liberalismo en diversos bienes de comunicación. Es autora de Las tribus liberales Deusto, y Afrodita desenmascarada Deusto, , y coautora de Hacienda somos todos, cariño Deusto, Los liberales se enfrentan a todo tipo de colectivismo.
De hecho, la bioética como disciplina, libremente de sus adjetivos católica, laica, musulmana, liberal, materialista, etc. Ese es todavía el terreno donde se inscriben los códigos éticos actuales de los distintos grupos de profesionales sanitarios. Ha sido miembro de varios comités gubernamentales como el National Bioethics Consultative Committee y el Australian Health Ethicspor ejemplo, y ha formado parte activa en el Monash University Center for Human Bioethics. Charlesworth afirma que «la esencia del liberalismo es la convicción moral de que, como las personas son agentes morales autónomos… la gente debe anatomía libre para elegir por sí misma, incluso si sus opciones son erróneas objetivamente hablando. Y citando a R.