Por la montañita arriba camina la serranilla con la falda arregazada y la nieve a la rodilla. Dónde la vino a alcanzar, al pie de la verde oliva, la oliva como era amarga, amargamente decía: -Dónde va la niña blanca, donde va la blanca niña. Estando en estas palabras, el puñal se le caía, la serrana que no es torpe, con su mano le cogía. Se le clavó por la espalda, a un costado le salía.
A esas mujeres que no quieren anatomía madres A esas mujeres que no quieren ser madres Graciela Almada Hace tiempo que le vengo dando vueltas al tema. He leído varios efectos al respecto y, sinceramente, la aproximación desde la que se han apuntado no me convence. Para situarnos voy a explicar mi experiencia con levante asunto. En esa época que no había ecografías ni amniocentesis, tener un hijo a los 41 comportaba muchos riesgos, todo y así, mi lecho quería ser madre. Mi infancia transcurrió felizmente, sin altibajos. La adolescencia ya fue otro cantar. Me encontré que mis padres, aun viviendo bajo el mismo techo, hacían vidas separadas y eso me afectó enormemente. Estoy hablando de un padre relativamente ausente. Con lo de relativamente quiero decir que, aunque le veía cada día, no estaba disponible emocionalmente para mí.
Ay, la pareja. Si hay un lugar donde nos sentimos dichosos e infelices a partes iguales, ese suele anatomía el de la pareja, fuente de felicidad y fuente de sufrimientos. Porque si algo tiene la pareja es que es un espejo en el que nos miramos todos los días y que nos devuelve lo mejor y lo peor nuestro. Uno de los grandes déficits que solemos adeudar a la hora de estar en pareja es el de no arrepentirse su apoyo. El otro día me lo comentaba una clienta de coaching quien me decía que sentía que ella tenía que tirar para adelante con todo lo de la apartamento, con su trabajo y con los buenos hijos. Sentía que no podía apoyarse en su pareja y que la responsabilidad de todo caía en ella, lo que en este edad le abrumaba e incluso le llevaba a plantearse salir de esta relación. Trabajar desde lo que nos sucede a nosotras, punto de partida En ese caso, le propuse trabajar con aquello que le estaba sucediendo a ella.
Todavía hay mujeres que simplemente no quieren casarse, y muchas otras solteras, emparejadas o casadas que han decidido no ser madres. Y claro, la boicot social aquí sí que es fuerte. Esto, porque nuestra sociedad muchas veces da por hecho que el anatomía mujer va de la mano con ser madre. Como si por anatomía mujer, uno viniese con el microprocesador de instinto maternal en el ADN y nuestro género nos determinara el rol de madre desde la generación.
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