Homenaje a Allen Ginsberg Militante de las libertades civiles, experimentado catador de drogas, homosexual declarado, pionero en la difusión de religiones orientales, Allen Ginsberg formó parte, junto a Jack Kerouac y William Burroughs, de la Santísima Trinidad de la Generación Beat, el movimiento que inyectó libertad a los Estados Unidos de la postguerra. Radar convocó a seis poetas argentinos para que rindieran homenaje a ese aullido que todavía resuena. Con temblorosa perspicacia, WCW ve de salida que se ha abierto una puerta, que ha reventado un dique —mejor—, que lo que viene no se parece a nada de lo que hay. Es claro que lo primero no fue ese texto, lo primero fue el sonido y la furia que lo precedieron. Porque Howl, su alarido, es por Carl Solomon, no para; es como el Llanto de Lorca por su amado torero. El poeta no parte de una forma previa a rellenar sino que se lanza a ciegas a decir y corta el verso como cortan sus entradas, sus largas frases furiosas, los boppers: Gillespie, Parker, Monk, Powell El aullido de Ginsberg —se sabe— tiene tres terribles partes y una esperanzada, jubilosa nota al pie. La primera es una visión, pero no profética sino testimonial: el bardo viene a contar lo que vio, lo que ve, un inventario atroz de iniquidades generacionales, expansión iterativa ese quienes infinitamente repetido de la primera afirmación, el verso famoso, en forma de olas sucesivas que abarcan todos los excesos de la transgresión, todos los caminos de Nueva York a California con escalas que recorrió Neal Carmody en autos robados. El segundo tramo es un apóstrofe, una maldición de aliento bíblico casi, escrita bajo los efectos del peyote, para ese Moloch, monstruosa divinidad bíblica que exigía sacrificios humanos de jóvenes, encarnado ahora en la Ciudad —San Francisco, Nueva York— que es a la vez el Capitalismo, la Civilización.
Es el momento justo después de acaecer jugado, cuando hay que observar y satisfacer las necesidades físicas y emocionales de la pareja sumisa. Hay muchas formas de llevarlas a cabo en función de los juegos que se hayan practicado y de la andoba en sí. En los juegos de rol, especialmente en la escena angloamericana, se habla de top. Otras antecedentes son Maestro, Dueño, Señor o Master.
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